domingo, 7 de junio de 2009

MAESTRO BENEDETTI














Fotografías: José María Molina.




Como un cristo sólo humano, terrenal,
de versos divinos -sin un ápice de divinidad-,
has deseado que tu muerte sea un justo sacrificio
que salve, de tu pronosticado suicidio,
a toda la humanidad.


1985.
Así llegaste a mí junto a la voz de Serrat.
Criticando el ritual, el culto...
y hasta la llaves del reino que manejan la urbanidad:
el Norte mandará.

Así, desde la voz de Serrat,
en un momento crucial,
moviéndome en la frontera del militar al civil,
del estudio a la carrera, del amor a la pareja,
caló en mí la identidad del hombre aún disponible
que traga frutos amargos, que hace siempre lo imposible
mientras el Norte le deja.

Y siguen predicadores, esos gases que envenenan,
terratenientes y ricos, grandes gastos en defensa
y la mentalidad invasora, pues el Norte es el que ordena.
Así, desde tus versos, su música y su voz,
asumí ese sentir desde el Sur que aprovecha siempre el sol,
que usa lo que le sirve y nada desaprovecha;
recogí las ideas antimisil y antiguerra de galaxias;
profundicé en las raíces, la memoria y el recuerdo
de una tierra que publica que este Sur es del planeta.

2009.
Y ahora, que abandonaste tu versión terrenal,
tal y como tantas veces pronunciaste
heredamos una humanidad que sigue viva;
pero ya sabes: herida de muerte.

Ahora que ya siempre estarás con nosotros,
intento seguir tus mandatos sin conseguirlo.

Primero, me dejo empujar en la justa medida,
porque debes reconocer que ese impulso
también se necesita.

Segundo, sigo cultivando mis sueños,
pero siento que no todos se apoderan de mi realidad;
comprenderás que no soy perfecto.

Eso sí, asumo las consecuencias de lo que hago,
a pesar de que en este mundo sigue siendo muy arriesgado.

Cuarto, intento distinguir y deshechar los insensatos consejos
que se apoyan en divinas manos.

Aún así soy agradecido con cada nuevo día,
con la vida, con una sonrisa,
pero me cuesta ayudar a las personas
que tras mis cristales veo egoistas e injustas,
salvo cuando me aseguro de que me darán algo a cambio.

Aunque a veces con esfuerzo, acepto la crítica,
construyendo hasta de la que no viene de frente,
incluso de la que está de tacto ausente.

Séptimo, busco soluciones hasta el cansancio,
y aunque procuro la justicia, soy humano;
cuando me siento injusto, soy sincero, razonable
y persistente en el cambio.

Octavo, me gusta no ser juez,
aunque me resulta difícil decir a otros que no lo sean.

Y a estas alturas me cuesta mucho sacar de la cabeza
lo que no sale del corazón;
me cuesta, pero consigo digerir, el perder;
me cuesta, pero acepto, el error;
me cuesta, pero admito, la derrota.

(Creo que no llegué a diez.)

Me cuesta, Maestro, pero miro al horizonte
del mar de tus palabras en la oscuridad de la noche
y casi siempre logro encontrarte.
Pero sólo a veces logro encontrarme.